Un equipo de científicos del Imperial College así lo han constatado en un nuevo estudio publicado recientemente en la revista Science. La investigación, dirigida por el Royal Observabory de Bélgica y otras cinco instituciones de todo el mundo, entre las que se incluye el Imperial College, demostró que la amortiguación de ese ‘ruido sísmico’ causado por los humanos fue más pronunciada en aquellas zonas más densamente pobladas, como Nueva York o Singapur, de lo que se infiere el peso que las acciones humanas tienen en la actividad sísmica del planeta.
Además, esa ‘relativa tranquilidad’ permitió a los investigadores percibir las señales sísmicas de baja intensidad que habían permanecido ocultas, contribuyendo con ello a discernir entre el ruido sísmico natural y el provocado por el hombre. "Nuestro estudio destaca de manera única cuánto afectan las actividades humanas a la Tierra sólida, y podría permitirnos ver más claramente que nunca lo que diferencia el ruido humano y natural", detalla en un comunicado de prensa uno de los coautores del estudio: el doctor Stephen Hicks, del departamento de Ciencias e Ingeniería de la Tierra del Imperial College.